Esta es una historia muy inspiradora la cual forma parte de mi vida en esta región tan bella de la Península de Baja California Sur.
Un día muy temprano casi al amanecer de un día sin viento y cálido de verano, iba caminando por la playa en la costa noroeste del Parque Nacional Bahía de Loreto, descalzo sintiendo la arena en las plantas de mis pies, sin rumbo, solo caminaba y escuchaba a los lejos el graznido de algún animal que no podía identificar pues todavía no salía bien el sol. Hundido en mis pensamientos el sol golpeo mi cara y su destello me deslumbro, lo vi salir entre las puntas de la isla Carmen, anunciando un bonito día, sí que lo era.
A lo lejos en medio de mar, pude ver como las aves volaban en círculos sobre un mismo punto, deduje que estaban cazando sardina pues, es algo que ya había visto antes; pero también me llamo la atención un grupo de delfines que se desplazaban a toda marcha a donde las aves tenían su festín. También pude identificar a un grupo de pelicanos que se clavaban literalmente desde las alturas al mar para capturar también su parte de sardinas. Siguiendo otras aves en vuelo, puse mi mirada en lo bello y espectacular de la sierra de la Giganta, desde donde yo la veía, los colores del amanecer la vestían de forma inimaginable. ¡Que afortunado de vivir aquí en esta tierra y en el momento de mi vida! Pensaba, aun cuando tenía poco de llegar a esta parte de la península.
Ya cansado y después de andar por la playa anonadado con la actividad matutina de mi entorno, decidí sentarme en la arena y contemplar por un rato más. Puse la mochila que cargaba a un lado de mí, tome mi bote de agua y a sorbos sacie mi sed.
Viendo hacia un lado de la costa, observe el vaivén de las olas, que aunque no había viento golpeaban sobre la arena con un ritmo que me relajaba, de repente un brillo de algo siendo movido por las olas llamo mi atención, me levante y camine con curiosidad, ya allí pude ver que era una botella con una forma muy singular, la tome, la vi y pude percibir que cuando la veía de diferentes ángulos cambiaba de colores, tornasol diría yo, pues bien, dentro se veía un papel y también estaba tapada con un corcho, decidí destaparla y ver el papel que tenía dentro, al sacarlo y desenrollarlo vi que en el papel desgastado por el tiempo, tenía dibujado lo que parecía un mapa, pues podía reconocer la posición de las islas Cornado, Carmen y Danzante, con unas palabras que apuntaban hacia puntos de la costa que decían: Concho, notri, tripui, canipole, dianbo, ligui, entre otro que ya estaban poco visibles. Lo enrollé y de nueva cuenta lo puse dentro de la botella y lo tape con el corcho.
Ya cansado decidí regresar a casa caminando de nuevo por donde vine. Ya en casa aunque era temprano, me sentía muy cansado, entre a mi cuarto, me sente en la cama y puse mi mochila en el buro, me acorte para descansar, cerré mis ojos para relajarme y seguir con mi día.
Era casi a mediodía, cuando caminaba por un cañón con una belleza espectacular, higueras cimarronas afianzadas en las laderas del cerro del cañón, veía también cardones, matacoras, agaves, torote, copal, palo blanco, palo verde, entre otros más que no pude identificar, sin embargo todos en conjunto hacían del lugar una gran postal, digna de compartir, busque mi cámara en la mochila, en eso escuche un ruido y me escondí entre los arbustos, eran voces de personas, cuando los pude ver más cerca, me impresiono que venían casi sin vestir nada, entonces mi morbo me impulso a seguir escondido y observar lo que hacían, ya cerca de mi pude ver que eran como una familia, pues estaba compuesta por dos mujeres, un varón adulto y tres niños, me llamo la atención su vestimenta pues era hecha de pieles, varas, conchas del mar y otros ornamentos que no había visto antes. Ellos eran de piel obscura, con el cabello largo y hablaban de forma extraña pues no los entendía. Asustado ahora decidí esconderme por más tiempo para ver que hacían. Se resguardaron en una cueva no muy profunda, de hecho, se podían ver desde donde yo estaba, lo usaban más bien como una sombra, pues hacía mucho calor, yo ya lo estaba sintiendo.
Pude ver como el varón estaba destazando una pata de venado con una piedra y haciendo cortes sacando pedazos y dándole a los niños, se estaban comiendo cruda la carne, solo la machacaban con una piedra sobre otra piedra, me dio asco y caso vomito, el ruido que provoque hizo que ellos voltearan a donde yo estaba, me asuste, en eso escuche un ruido a mis espalda y cuando gire un gran puma o león de montaña se abalanzó sobre mí, solo pude ver sus garras cerca de mi cara, cerré los ojos y escuche un ruido fuerte; abrí los ojos y estaba en mi cuarto, veía el techo, al parecer me quede dormido, me senté y todavía el corazón queriendo salirse de mi pecho golpeaba fuertemente; en el piso de mi cuarto estaba la mochila, abierta y la botella que estaba adentro ahora estaba fuera dela mochila, sin tapón y la hoja en el piso, la tome, la revise y me pude dar cuenta que ya se estaban desvaneciendo las letras que había leído en la playa, NO PODÍA CREELO...
Moraleja: La historia de nuestros ancestros, se está perdiendo, cada día nos alejamos más de nuestro origen y eso no es bueno, pues quien no conoce el pasado está condenado a repetirlo en su futuro.